El hecho de que todas las sustancias pasen a formar parte de una cultura y estén socialmente aceptadas, puede facilitar que el uso se viva con una mayor naturalidad y que la percepción de riesgo quede disminuida hasta tal punto que sólo sea palpable cuando el problema revista cierta gravedad. La legalización no implicaría una disminución en el riesgo de aparición de los problemas asociados al consumo para el propio consumidor y su entorno más cercano. Aunque el suministro controlado de sustancias podría ser una opción de tratamiento despenalizado en aquellos consumidores con problemas para seguir tratamientos de rehabilitación.